viernes, 6 de julio de 2012

Peña Vikinga

Aprovechando el chupinazo de los Sanfermines es el momento de hablaros de la cultura vikinga. No me refiero a esas enérgicas hordas de mozalbetes rubios y fornidos que arrasaron ciertas partes de Europa, me refiero a las actuales hordas de benditos enajenados que se adentran en la más importante fiesta Pamplonesa con el único afán de divertirse y conquistar. La Peña Vikinga de mi amiguete Berrendo (así es su mote).


Corría el año 1993 cuando, en el primer verano post-olímpico, cinco amigos decidieron, a propuesta de Javito, encarar a lo grande sus recién estrenadas vacaciones universitarias. Cargados de ilusión y expectativas cerraron dicho trato una noche en el Puerto del Escudo para, no muchos días más tarde, emprender rumbo a Pamplona y a sus míticos Sanfermines. Nunca fueron conscientes de la trascendencia futura de aquella aventura que, previa escala en Lodosa y Cizur, se inició con el desembarco en un piso de la calle Pío XII el 5 de julio de aquel mismo año. Apadrinados más tarde por Jesús y los suyos, esos cinco amigos Javito, Howard, Yayi, Fernando e Ignacio no tardaron en lanzarse a las calles y dar sus primeros pasos por los rincones de aquella ciudad rebautizados ya como Aitor, Gorka, Txema, Txoco y Eneko. Todo lo que ocurrió desde ese día hasta el “Pobre de mí” del 14 de julio fue tan extraordinario que, a partir de entonces, no pudieron más que, agradecidos, unir su vida y su destino ya para siempre a esa mágica Fiesta. 

Lo que empezó siendo una escapada veraniega acabó convirtiéndose en una tradición transmitida de viva voz a la que, unos detrás de otros, fueron sumándose para darle aliento e impedir que se extinguiese la llama. Desde los oriundos como Esperanza, Juan, Marcos, Fernando, Petra, Dorothy, el tío Francisco y la tía Dorothy, Paula, Elisa, Diego y los precursores Jesús, Mari Tere, Jesús Jr., José Manuel y David hasta los primeros en sumarse como Chili, Miki, Cacha, Angel, Kaito, Montxi, Ñoño, Miguel, Álvaro, Fede, Nachete, Alfonso, Hector, David, Michel, Nico, Alberto, Marqués, Pele y los gazpachitos,… pasando por el definitivo y vital refuerzo de Josemi y los Mineros Manu, Chousa, Iñaki, Caco, Pedrito, Trompos, Borges, Otto, Pedro, Antonio, Yoyo y Chumari o los últimos en sumarse como Manolo, Seth, Gonzalo, Manu, Josefer, David, Javier, Jaime, Toni, Luca, Chicho, Luisito, Fernando y Pedro. 

Poco a poco los descubrimientos se convirtieron en certezas y, de allí, en costumbres y tradiciones. Aquellos cachis que volaban una noche sí y otra también, se convirtieron sin saber cómo, en solemnes instrumentos de bautizo sanferminero llamados vikingos, los nombres fueron sustituidos por los más variopintos motes (Calamar, Griguol, Ajoarriero, Pelos, Lady Hope, Ralph, Meano, Papá Piquillo, Panameño, Amena, Elfo, Chupacabras, Granjero, Resabiao, Chocomono, Gimli, Warrants, Ewok, Querubín, Paladín, Zarigüeyo, Chousa, Locumía, Ahorcaperros, Chistorrita, Trompos, Rabodulce, Otto, Princesita, Shosholoza, Ensabanao, Pozí, Torrezno, Pajizo, Pastis, Zambombo, Probón, Declaien, Platillos, …) y esas camisetas manchadas de vino y desgarradas en el chupinazo se transmutaron, de pronto, en bordados polos para los días de gala. Un runrún anunciaba lo que al final acabaría ocurriendo que no podía ser otra cosa más que la oficiosa constitución de la Peña Vikinga. A partir de entonces se reservaron días en el año haciendo del mes de febrero el de la celebración del Medio San Fermín, del final de la primavera la fecha para la celebración de la Capea, del 6 de julio el día de la Cena de la Peña y del uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo y seis de junio los días de la Escalera Sanferminera. 

Mucho se podría contar sobre lo ocurrido durante todos estos años, cientos de anécdotas que servirían para escribir un libro y multitud de episodios vividos por unos y por otros que ya, sin duda, jalonarán para siempre nuestras vidas pero de nada servirían sino mediase una invitación a vivirlos en primera persona de por medio. Aparte de vivir la Fiesta, la única razón de ser de esta Peña es la de recibir al novato con honores de veterano, de abrir nuestras puertas al extraño y de ser generosos con el extranjero. En el momento en el que todo esto no ocurra, en el que todos no seamos iguales, en el que uno se sienta por encima de otro desapareceremos convirtiéndonos en barro de Estafeta. Larga vida a esta Peña.


Si te encuentras a algún vikingo en los Sanfermines no dudes en saludarle…

1 comentarios:

  1. Gracias Paquito, me ha llegado al fondo de mi corazón vikingo.

    VIVA SAN FERMIN!!!!
    VIVA LA PEÑA VIKINGA!!!

    VIVA COMO PACO POR SU CASA!!!!

    Fdo: Berrendo.

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