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Podría haber publicado algo antes, pero he esperado al decimocuarto post para hablar de él.

Polémico tanto en las ruedas de prensa como en el campo, José María Gutiérrez “Guti” lleva 14 años en la élite durante los cuales, muy pocos hemos podido ver y reconocer su genio. Tildado de eterna promesa, de jugador de segundas partes, de niñato, de no saber controlar sus 4 segundos de ira… Guti ha tenido que callar bocas partido tras partido, temporada tras temporada.

Recuerdo cuando en la grada de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, donde Guti entró con 9 años, se escuchaba a los aficionados de cierta edad, comentarios del tipo: “el rubio ese es el jugador con más clase que ha pasado por aquí”. No les faltaba razón ya que, años después, varios de sus compañeros también alabarían su juego.

Ronaldo: “Guti es el jugador que más me ha sorprendido”

Zidane: “Guti hace cosas que no hace nadie en el mundo”

Hace un par de semanas nos dejó una obra de arte de la que aún no somos del todo conscientes. Ese tacón de Dios es algo que ningún otro jugador hubiera hecho nunca, ninguno hubiera mirado atrás, ninguno hubiera pasado ese balón… Todos hubiéramos marcado lo que sería, como muy bien lo describió un amigo mío, “un gol más”.

Pese a que nos gustaría que Guti volviera a la Selección y por supuesto jugara el Mundial, sabemos que esto no va a ocurrir (salvo plaga de lesiones en la medular de la Roja) porque un jugador como el 14 no está bien visto en algunos círculos futbolísticos.

Vuelva o no, solo queremos que el Curro Romero del fútbol español nos siga dando tardes y momentos de fútbol cuando y hasta que él quiera.