Le Tour de France

Verano de 2003. 

Hace ocho años, llegaba de nuevas a la urbanización Lago del Jaral donde mis padres habían comprado un chalet para pasar el verano y los fines de semana.

Desde un principio siempre fui un poco reacio a subir a aquella urbanización donde no conocía a nadie y a mis dieciocho años ya me veía un poco mayor como para ir a hacer amigos.

El caso es que era un domingo del mes de julio. Después de comer me tumbé en el sofá a reposar mientras Perico Delgado y Carlos de Andrés narraban la 8ª etapa del Tour de Francia con final en Alpe d'Huez.

Ahí estaba yo. Entre el sopor de después de comer y el querer disfrutar de una buena etapa del Tour. De repente me sobresalté. El timbre había sonado. Yo seguía a lo mío y no me levanté. Obviamente, no iba a ser para mí. De repente entra mi madre al salón y me dice:

- Paco, es para ti.

- ¿Cómo que es para mí?

- Son dos chicas.

- ¿Dos chicas? (Mi cara de asombro aumentaba por momentos).

- Sí, que han venido a buscarte para que subas a la piscina.

Unbelievable. ¿Quién iba a pensar que dos chicas que se hacían llamar Sara2 y Sara3 iban a bajar a buscarme para ir a la piscina? Como es lógico, no me podía negar, así que cogí mi toalla y, obedientemente, me fui a la piscina dejando a medias ese ascenso a Alpe d'Huez que nunca supe como acabó.

Este es el último recuerdo que tengo de ver el Tour de Francia desde hace años. El doping, la supremacía de Armstrong y demás factores ajenos hicieron que perdiera interés por este y sacrificado deporte.

Por suerte, este año he vuelto a engancharme de nuevo… y en qué hora. La última semana de la vuelta gala ha sido simplemente espectacular. Qué forma de apretar los dientes y sufrir en la bicicleta de Contador, Voeckler y los hermanos Schleck.

No me importa quién haya ganado este año. Solo me quedo con la grata sensación de haber recuperado este bello deporte que tanto había disfrutado con Induráin, Pantani o el "Chava" Jiménez.