Esta penúltima edición de Gran Hermano, doy por hecho que el año que el próximo septiembre comenzará una nueva, llega a su fin y esta noche se conocerá a su ganador. Laura, Yago o Marcelo.
Solo contemplo una opción para no borrarme de este mítico reality que tan entretenidos ratos me ha dado. Yago ganador, esa es mi única opción. Cualquiera de las otras dos opciones atenta contra mis principios. Os explico por qué.
No concibo que gane una princesa de barrio. Me supera la gente así. Me parece muy bien que sea muy simpática y muy maja pero no trago a la gente tan sumamente caprichosa y consentida. Además que su dulce tono de voz da ganas de asesinar al más pintado.
Tampoco concibo que gane “El Toti” (mote o apelativo cariñoso que cada vez que lo escucho hace que las ganas de matar aumenten). El “malaguita” es un chaval normal que ha pecado de niñato por el hecho de estar tan sumamente subidito. Tirarse a todo lo que se mueva fuera de la casa es su objetivo a corto plazo. Hasta aquí puede ser lo más normal pero su aspiración se me antoja un tanto pobre para un chico tan cultivado.
Así que solo me queda la opción Yago. Sería la primera vez que ganara un repescado por la audiencia pero no hay más tu tía. Ese es su mayor hándicap. Vale que es un cabrón con pintas. Que se arrima al sol que más calienta. Pero ha sido el único que ha mantenido viva la llama de este Gran Hermano. Es el jefe de la panda y bien podría decirse que “en el país de los ciegos, el tuerto es el rey”.
Y es que el balance de esta edición puede resumirse en una gran cantidad de “errores de casting”. Han sido varios los muebles que han habitado en la casa que sumado a los “montajistas” y repescados han hecho que el concurso haya sido muy, pero que muy flojito.
Está claro que hemos llegado a un punto donde Gran Hermano necesita un lavado de cara de forma inmediata o lo que es lo mismo reinventarse. O en su defecto resetearse. Me explico. La mejor forma de reinventar Gran Hermano es volver al inicio. Me vuelvo a explicar. Si comparamos el primer GH con este último es posible que no encontremos ninguna similitud. De hecho estamos cansados de repetir que la primera edición fue la mejor y demás. Pero ya no solo porque los concursantes no sabían a qué iban sino porque la mecánica era distinta. Fue a partir de la octava edición (la peor de la historia) cuando la cosa cambió. El paso de Pepe por la casa marcó un antes y un después en el concurso.
Con el paso de los años el tipo de pruebas se han convertido en más ridículas e inútiles. La casa ha pasado de ser un hogar a ser una nave espacial. El tipo de concursantes contempla cada año a menos personas de a pie en favor de más fanáticos del postureo. Las galas transcurren en mitad de las cruzadas personales de Mercedes Milá con alguno de los familiares o exconcursantes. En el debate de los domingos ya no se debate… etc… etc…
Total. Que esta noche gane Yago.
Que para el año que viene hagan un “GH Reboot”.
Y todos contentos.
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