lunes, 19 de julio de 2010

The Promise

A estas alturas de la película todos sabéis lo que ocurrió hace una semana. Por lo que durante estos siete días, los que hicieron promesas del tipo “si ganamos el Mundial, yo…” han tenido tiempo para cumplirlas.

Quiero pediros disculpas porque tengo la sensación de que os estoy engañando. Esta entrada que estáis leyendo no iba a ver la luz. Estaba pensada para la semana pasada pero preferí descansar un poco del Mundial y no publicarla. El caso es que una serie de catastróficas desdichas ha hecho que me sirva como punto de partida para contaros algo que me pasó el otro día.

La entrada “The Promise” estaba pensada para preguntaros si habéis cumplido lo que prometisteis. En mi caso, no ha sido una promesa pero si una causalidad. En agosto de 2008 (el año de la Eurocopa) me puse un pendiente en la oreja izquierda. Y este verano, cansado de estar asimétrico, pensé en hacerme el de la derecha. Así que tras la consecución del Mundial fue la excusa perfecta.

Hasta ahí todo normal. Ya puedo lucir mis brillantitos como Beckham o decantarme por los de coco que me dan otro aire…

(Foto de Google Images)

El caso es que el viernes por la noche me encontraba junto a un grupo de amigos  por la zona del Bernabéu cuando optamos por ir a un garito con un nombre similar al sabor de un batido. Para quien no conozca el lugar, solo decirle que es un sitio de gente bien (bien adinerada y bien pija quiero decir).

Por lo tanto, el señor puerta me pide, muy educadamente eso sí, que me quite los pendientes… ¡y también los anillos! Me quedé estupefacto a la vez que me sentía como M.A. Baracus. Solo me faltaban las cadenas de oro visto lo visto.

Una vez que me encontraba apto para poder entrar a tan fastuoso lugar, el señor puerta se lo volvió a acercar a mí y me dijo “No te los pongas abajo” a lo que respondí “No, no, no te preocupes” poniendo mi sonrisa de medio lado. Para quien no lo sepa, esta sonrisa solo significa una cosa, y es la siguiente: “tú di lo que quieras que yo voy a hacer lo que me dé la gana”. Que en esta situación venía a decir “me los voy a poner según baje las escaleras”. Y así hice.

A lo largo de la noche me acordaba de Faelho y su famoso vídeo donde pedía a los porteros de discoteca que le acompañaran a comprar ropa. En mi caso no fue por la ropa pero sí por llevar unos accesorios que parece ser que no son tampoco del agrado de este gremio.

Así que solo os puedo decir que los pendientes no son el progreso…

3 comentarios:

  1. el Vanilla no está mal, aunque mucho pijerío, al menos te dejaron pasar no? que la última vez que salimos por Madrid ni eso.

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  2. A mí hace un mes no me dejaron pasar en uno (ni idea del nombre, por Goya) por ir en deportivas... el jodido puerta, un hombrecillo que se compra los trajes en Zara Kids, se sabía todas las marcas de zapatillas de deporte y dejó pasar a un pijo con unas alpargatas de esparto xq decía q eran Lotus.
    Los pijos nos dominan...

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  3. No nos has contado si te pusiste los pendientes o si entro el puerta a vigilarte jajajaja

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