lunes, 20 de diciembre de 2010

Juguetes Rotos

El otro día comentaba en el twitter de Jordi González una noticia que twitteó y a la que estaba dándole vueltas desde hace tiempo. Y es que tengo la sensación de que hacen las cosas para que se rompan.

Cuántas veces hemos dicho “Las cosas de antes las hacían para que durasen”, “Llevo con esta plancha desde hace 30 años y no me ha dado nunca un problema”. Los tiempos han cambiado y esto ya no es así. El documental “Comprar, Tirar, Comprar” de TV3 nos explica a fondo por qué se diseñan productos para que se rompan.

“Un artículo que no se estropea es una tragedia para los negocios”. Esta máxima, desasosegante para consumidores con capacidad adquisitiva limitada (la mayoría), apareció en una revista de publicidad en 1928. Curiosamente, esta sentencia no ha caducado: lleva más de 80 años siendo el lema sobre el que se sustenta el sistema de producción capitalista, y la razón que explica por qué grandes empresas pactaron que productos tan comunes como la bombilla eléctrica, las medias de nailon o las actuales impresoras se diseñen para romperse, tras un tiempo de uso. Es lo que se denomina la obsolescencia programada.

Las grandes multinacionales pactaron diseñar bombillas que solo durasen 1.000 horas. Acordaron retocar la composición de las medias de nailon para que dejasen de ser prácticamente irrompibles (que es como se publicitaban cuando aparecieron). Las baterías de los iPod de Apple están programadas para caducar sin opción de recambio y las impresoras de tinta constan de un chip que inutiliza el aparato cuando lleva un número concreto de páginas impresas.

Imagen del chip que inutiliza la impresora al llegar al número programado de páginas.
El cliente ya no tiene la razón. ¿Deberíamos replantear esto no?

(Fuente: www.elperiodico.com)

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